El vino de Oporto es un vino licoroso producido en la región delimitada del Duero, cuyo proceso de vinificación difiere del seguido por los vinos comunes principalmente porque se dispone de un tiempo muy corto de fermentación y maceración (de 2 a 3 días) unido al hecho de que se le adiciona un aguardiente. Este proceso de fortificación debe respetar ciertas reglas afinadas por la tradición y la práctica de tantos años.
Se distingue de los vinos comunes por sus características particulares: una enorme diversidad de tipos donde sorprende la riqueza e intensidad de perfumes, una persistencia muy elevada tanto de aroma como de sabor, un volumen alcohólico elevado (generalmente comprendido entre el 19 y el 22%), una amplia gama de dulzores y gran diversidad de colores que van desde el tinto al tintodorado, pasando por los dorados intensos y los dorados claros.
Hace tiempo la historia de este delicioso vino nos remonta a los frecuentes conflictos entre franceses e ingleses, los que llevaron en el siglo XVII a los comerciantes ingleses a buscar en Portugal una alternativa para el vino de Burdeos. Por más de un siglo el mercado principal del vino fue entre el valle del Duero e Inglaterra… pero estos vinos se avinagraban frecuentemente al viajar, así que los comerciantes decidieron añadirle brandy con el fin de “fortificarlo” para la travesía.
Los pioneros del negocio del Oporto se dieron cuenta de que el proceso de fortificación no sólo protegía al vino, sino que lo mejoraba; le permitía madurar en las frescas bodegas de Vila Nova de Gaia y transformarse en algo complejo y mucho más opulento. Pronto se empezó a añadir brandy no añejado, sin color ni aroma, a todos los vinos durante el proceso de fermentación, con lo cual ésta se interrumpía en una etapa precoz y conservaba mucho del sabor dulce de la uva.
Para disfrutarlo la copa para degustar el Oporto que realza sus características va a depender de la graduación alcohólica del mismo. De menor a mayor graduación alcohólica, copas de cáliz más grande a más pequeño. Pero la característica general es una copa de cristal muy fino con una pierna relativamente alta y un cáliz de poca capacidad en forma de gota con una altura prudencial y un diámetro de boca chico.
Todo esto tiene un por qué, dado que son vinos de aromas intensos, necesitamos un cáliz pequeño en forma de gota con poca área de oxigenación y con una buena altura de despeje entre la boca y el líquido para definir aromas. También al ser un vino fortificado, la boca debe tener un diámetro pequeño para que el alcohol no tape sus perfumes frutales y de guarda, dando una entrada concentrada en la parte media de la lengua.